domingo, 16 de diciembre de 2012

-In memoriam

 

Alejandro Magno fue el hombre más grande de su tiempo. Conquistó todo el mundo desde Grecia hasta la India en apenas diez años. Falleció en el año 323 a.C., con apenas 33 años de edad, se ignora si  de paludismo, fiebre del Nilo o envenenado por sus oficiales. Al no quedar una línea de sucesión clara, sus generales se lanzaron a una fiera guerra civil de más de treinta años, y a resultas de ella, se repartieron su imperio. 

 

Encontrandose al borde de la muerte, Alejandro convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos:

El primero fue que su ataud fuese llevado en hombros y transportado por los propios médicos de la época.

 

 

El segundo fue que los tesoros que había conquistado (oro, plata, piedras preciosas), fueran esparcidos por el camino hasta su tumba.
 

 












El tercero fue que su manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataud, y a la vista de todos.



  

Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro ¿Cuáles eran sus razones?.
 

Alejandro le explicó:

"Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataud para así mostrar que ellos ante la muerte no tienen el poder de curar.

Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen.

Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y que con las manos vacías partimos".



"En la vida hay tres cosas que no vuelven atrás: la flecha lanzada, la palabra pronunciada y la oportunidad perdida"
  • Anónimo
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