jueves, 18 de julio de 2013

-Matar de lejos


"Siempre se ha militarizado a los civiles...

 ¿Se conseguirá algún día  civilizar a los militares?" 

en un graffiti anónimo


En la Edad Media el prototipo de caballero, altamente valorado y reconocido, era el soldado montado y acorazado. A menudo estaba relacionado con la nobleza o la realeza pues el coste de su armadura, caballos o armas era grande. Esto contribuyó a transformar al caballero, por lo menos en la Europa occidental, en una clase social distinta a la del resto de los guerreros.

 
 
 Los  arqueros y los ballesteros, siendo parte fundamental de los ejércitos medievales estaban muy mal mirados por los caballeros, ya que estos no concebían  otro tipo de lucha que el enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre combatientes especializados, muy preparados y de origen noble. Perder la vida por una flecha o dardo era algo humillante, indigno y carente de honor.


Conozcamos un singular hecho histórico  que se dio a la muerte de Juan III de Bretonia en plena Guerra de los Cien Años. En este conflicto sucesorio habían dos posiciones que eran antagónicas e irreconciliables (porque a ambos les asistía algo de razón y las normas sucesorias no estaban claras) por lo que se desató la guerra. La Guerra de Sucesión pasó por varios espasmos de violencia separados por treguas insostenibles pero...
 ... el 27 de marzo de 1351, enfrentadas dos guarniciones de soldados bretones que defendían causas opuestas, sucedio algo que desembocaría en el resonante Combate de los Treinta.

 

 Un grupo de soldados proingleses defendían la ciudad de Ploermel, bajo el comando de Robert Bemborough. A pocos kilómetros se encontraba el poblado de Josselin, custodiado por una cohorte profrancesa mandada por Robert de Beaumanoir. El conflicto era inevitable: como ambas observaban paridad de hombres y armas, un conflicto abierto hubiera significado un enorme número de bajas y un resultado dudoso.


Fue por ello que Beaumanoir desafió a Bemborough a un combate mano a mano, uno contra otro. El inglés aceptó, pero los soldados de ambos bandos protestaron porque querían ver correr la sangre de sus enemigos. No querían permanecer como meros espectadores mientras sus dos jefes se mataban entre sí.
En consecuencia, ambos capitanes conferenciaron y decidieron zanjar la cuestión del dominio militar del territorio mediante un "duelo" o "desafío": cada bando eligió a sus 29 soldados más valientes y capacitados los que, sumados a los dos oficiales, tomarían parte de un combate que evitaría mayores pérdidas. Así, 60 hombres se enfrentarían en Chêne de Mi-Voie, justo a mitad de camino entre Josselin y Ploermel.

 
  
Se dejó sentado que las armas que se utilizarían serían espadas, hachas, lanzas y misericordias (las crueles dagas de remate que se usaban introduciendo sus hojas por las mirillas de los visores de los cascos para producir una muerte rápida y "misericordiosa"). Esto dejaba fuera a los arcos, ballestas, armas de fuego de puño y artillería, "evitando las muertes a distancia y garantizando un combate caballeroso y honorable."


Transcurridos unos minutos de feroz lucha cuerpo a cuerpo murieron Bemborough y ocho de sus hombres. En este punto, los ingleses sobrevivientes se rindieron y fueron tomados prisioneros para exigir rescate por sus vidas. Todos los sobrevivientes resultaron heridos, y los franceses reclamaron el honor de la victoria.
 Sobre esta pequeña batalla se escribieron poemas y canciones, se pintaron cuadros y, en fin, pasó del ámbito militar a entrar de lleno en el reino de la leyenda. Su singular naturaleza hizo que, a los ojos de sus contemporáneos, fuese considerado el mejor y más elevado ejemplo de los ideales caballerescos de la Edad Media.


Para finalizar el artículo me gustaría incluir un pasaje del libro "El sol de Breda" , capítulo VI, de Arturo Pérez Reverte que sintetiza a la perfección esta terrible filosofía de la muerte cuerpo a cuerpo:
  
«Quien mata de lejos lo ignora todo sobre el acto de matar. Quien mata de lejos ninguna lección extrae de la vida ni de la muerte: ni arriesga, ni se mancha las manos de sangre, ni escucha la respiración del adversario, ni lee el espanto, el valor o la indiferencia en los ojos. Quien mata de lejos no prueba su brazo ni su corazón ni su conciencia, ni crea fantasmas que luego acudirán de noche, puntuales a la cita, durante el resto de su vida. Quien mata de lejos es peor que los otros hombres, porque ignora la cólera, y el odio, y la venganza, y la pasión terrible de la carne y de la sangre en contacto con el acero; pero también ignora la piedad y el remordimiento. Por eso, quien mata de lejos no sabe lo que se pierde». 

   

"El mago hizo un gesto y desapareció el hambre, hizo otro gesto y desapareció la injusticia, hizo otro gesto y desapareció la guerra. El político hizo un gesto y desapareció el mago."

(Woody Allen)

1 comentario:

  1. Javi Redondo7/19/2013

    Teo, te vas superando con las lecciones históricas sobre batallas y enfrentamientos cuerpo a cuerpo entre aquellos hombres para los cuales el honor y la guerra era su modus vivendi. Si el artículo sobre los soldados de cuera era interesante éste no lo es menos. Enhorabuena amigo, si tiras algún día como redactas no habrá quien te haga sombra.
    Un saludo

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