Apolo era el dios griego más importante, después de Zeus. Era hermoso, gran poeta, músico virtuoso y un extraordinario cazador. Tras conseguir dar muerte con su arco y sus flechas a la temible serpiente Pitón se volvió tan vanidoso que llegó a despreciar a cualquiera que se cruzase en su camino.
Un día, se atrevió a burlarse del mismísimo dios del amor, Eros, por llevar arco y flechas siendo tan niño:
-¿Qué haces, joven afeminado, con esas armas? -le dijo- No eres digno de llevarlas.
Eros, humillado, urdió una terrible venganza. Una noche, mientras Apolo dormitaba, le disparó una flecha de oro con su pequeño arco, que le hizo que se enamorara locamente de la ninfa Dafne. Al rato, le disparó a ella otra flecha, esta de plomo, que le haría odiar por siempre el amor de Apolo.
A raíz de esto Apolo la perseguía constantemente por todas partes declarándole su infinito amor, sin embargo, Dafne le rechazaba una y otra vez obedeciendo inconsciente el impulso que le determinaba la flecha de plomo.
Tan hastiada estaba de él que solicitó a los dioses que transformaran su aspecto borrándole su hermosura para ver si así la dejaba en paz Apolo.
Apenas había concluido la súplica cuando se convirtió en un arbusto corriente, en un simple laurel.
Pero Apolo, que lo vio todo, corrió con lágrimas en los ojos, puso su mano en el tronco y advirtiendo que aún palpitaba el corazón de su amada se abrazó a sus ramas y besó aquel árbol diciendo:
- Dafne, querida...no te abandonaré nunca...siempre te llevaré conmigo.
Y tomando unas hojas del árbol, tejió una corona que se colocó sobre la cabeza.
Desde entonces, la corona de laurel ha acompañado las glorias de los héroes.
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miércoles, 11 de abril de 2012
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Una interesante historia^^ en mi opinión está bastante bien contada, pero a lo mejor podría haber sido sólo un poco más larga, no más
ResponderEliminarEnhorabuena