lunes, 6 de junio de 2011

-"El toro y la luna"


Hubo una vez un joven que en poco tiempo se había convertido en el mejor arquero de su región. Pasado un año ganó a los mejores del reino y, en otro año más, a los de los reinos colindantes. No dándose por satisfecho con su gloria quiso saber quien era el mejor arquero de la tierra para retarlo. Le dijeron que vivía en un lejano país, en un lugar en donde algunos bravos hombres desafiaban a unas enormes bestias con cuernos dentro de redondas plazas de piedra.


Tardó varios meses en cruzar medio mundo caminando infatigablemente siempre hacia el oeste.

Cuando llegó a su destino encontró a un viejo que pisaba uva para hacer su propio vino.



-Vengo a desafiarte -. El sol del mediodía lucía en lo alto arrogante.

Y colocó un grano de uva a treinta pasos. Abrió el arco con seguridad y la ligera flecha de bambú, tras un rápido vuelo, destrozó aquel diminuto fruto.

-Te toca.

El tiro del anciano pasó cerca, casi rozando su objetivo. Una amplia sonrisa se dibujó en la cara del orgulloso extranjero.

-¡Soy el mejor!, exclamó entusiasmado.

-Ciertamente eres el mejor... en lo tuyo. Pero un buen arquero debe saber tirar bien en cualquier circunstancia.

-¿Qué me propones?

-Tiraremos, esta noche, con la luz de la luna.- dijo el viejo.

-Nadie ve, de noche, a esa distancia, un grano de uva.

-No te preocupes por eso, tan solo hay que clavarla en el grueso tronco de un árbol.

El arquero pasó la tarde refrescándose en un pilar que había cerca de la antigua ermita del pueblo. Estaba confiado ya que no parecía demasiado difícil tirar a algo tan grande, aún con poca luz. Era joven y tenía buena vista.


Caída la tarde el abuelo le invitó a que le acompañara hasta la blanca plaza que había junto a la ermita. Entraron en silencio por una pequeña puerta. Allí dentro había algo que se movía y respiraba. -Son toros, espera aquí- le dijo.


El viejo arquero se descalzó y caminó despacio, sobre la arena, hasta el centro de la plaza. Ojos negros le observaban y un rozar de pezuñas sonaba en el suelo. El campanario de la ermita se estiraba para sujetar la luna en lo alto. Se oyó silbar el arco del anciano e inmediatamente el impacto de la flecha sobre la madera del árbol

-Te toca le dijo al muchacho...

Pero nadie respondió.

La flecha del viejo continua, solitaria, clavada en aquel tronco.


Relato inspirado en una lectura del libro de Paulo Coelho "El Camino del Arco".


2 comentarios:

  1. Manuel González6/06/2011

    Teo, bonito relato...pero ¿que pasó con el joven?, ni tan siquiera lo intentó....ya, seguramente sslió corriendo para cambiarse los pantalones, con cierto hedor entre las piernas.

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  2. Anónimo6/06/2011

    Pues esta claro, que a veces el problema no está ni en la distancia,ni en el equipo, ni en la luz... sino en esa manada de toros que tenemos dentro de nuestras cabezas (esas plazas redondas de piedra)...
    Theo

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